Qué aporta la Neurociencia a la Educación
No es poco el avance que se ha logrado en entender cómo aprendemos. Una de las disciplinas que más aportes está haciendo es la Neurociencia, mediante la “Neuroeducación”, en la que se trabaja sobre la mente y el cerebro del alumno.
El reto de entender cómo aprendemos es cada día más acuciante, en un entorno tecnológico en el que los alumnos son distintos, tienen estructuras mentales diferentes y aprenden en contextos culturales desiguales. Múltiples son las disciplinas que hoy día se acercan al problema, y una de las que más están creciendo es la “Neurociencia Educativa” o “Neuroeducación”, en la que se trabaja sobre la mente y el cerebro del alumno. ¿Cuáles son las aportaciones de la neurociencia al tratamiento educativo?
La neurociencia investiga cómo creamos conexiones neuronales al aprender nuevos conceptos, con el fin de que se aprehendan antes y se fijen en la memoria a largo plazo. La neurociencia está formada por varias de disciplinas científicas que estudian conjuntamente el sistema nervioso (neuroanatomía, neurofarmacología, neurofisiología, neuroquímica) y las aplicaciones de esos descubrimientos a otras áreas (educación, marketing, psicología, sociología…)
y son ya miles las investigaciones que van descubriendo elementos y factores que entran en juego para favorecer la generación de nuevas conexiones entre neuronas.
Por ejemplo, se ha descubierto que las emociones del alumno son un pilar fundamental en el condicionamiento del cerebro. El estado de ánimo puede determinar no sólo cómo se aprende sino cómo se asocia el lenguaje, la memoria o la toma de decisiones, según la percepción que tenía el sujeto durante el proceso de la adquisición de nuevos conocimientos, por lo que es recomendable acompañar la estrategia educativa de una estrategia orientada a aportar emociones positivas durante el aprendizaje.
Todos hemos conocido estudiantes que era malos en esto y buenos en aquello, o los que sin motivación no aprendían nada, pero con ella se superaban a sí mismos. El entorno aporta cambios a la personalidad a lo largo de la vida de un alumno, por lo que no se puede estandarizar al alumnado sin más. Esta motivación necesita por un lado eliminar en lo posible el stress, permitiendo al alumno concentrarse en experiencias multisensoriales, atractivas, de forma que el cerebro recoja una información con más sentidos asociados a la misma, y el aprendizaje sea mucho más duradero.
Además, hemos de entender que el aprendizaje transforma el cerebro, dándole armas para ser capaz de sobrevivir. Al final la educación no es más que una forma de reforzar lo que la naturaleza ha hecho desde siempre, aportar experiencias positivas y negativas que conforman nuestro mapa del mundo, y lo que se debe hacer ante distintas situaciones para seguir vivos y/o mejorar nuestras condiciones de vida. Por tanto, abundar en los estímulos ante necesidades básicas ayudará a reforzar las respuestas que se busca apoyar en la educación.
Por tanto, más allá de utilizar la educación memorístico-repetitiva, es al experimentar y dejarnos impresionar por lo descubierto cuando realmente generamos experiencias educativas que perduran y transforman desde dentro. Por otro lado, se ha de tener en cuenta que los humanos son seres sociales, y por ello, no deben aprender solos. La interacción social activa llevará a que conceptos como explorar, deducir, investigar, expresar, discutir ideas, se conviertan en parte de las aportaciones educativas de la neurociencia.
A nivel neurológico, la neurociencia educativa nos dice que las emociones de experiencias enriquecedoras llegan a través de los sentidos a la corteza cerebral a través del sistema límbico, en particular la amígdala, que se activa sobre todo gracias a las sorpresas, arraigando recuerdos y generando respuestas que transforman no sólo la memoria, sino también el comportamiento, el carácter. Romper la monotonía será clave, por tanto, en la labor del profesor, que evoluciona en su rol tanto como las materias en sí.
En conclusión, los primeros años de la vida suponen la oportunidad de enraizar las relaciones del niño con lo recientemente descubierto, cuando el cerebro tiene mayor plasticidad, donde los impactos positivos o negativos de la educación podrán apoyar una arquitectura cerebral orientada a buscar el conocimiento (por gusto) o a rechazarlo. Todo depende de dejar de ver al alumno como uno más, y personalizar más la experiencia educativa.
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